El Padre Nuestro

Esta entrada esta reservada para el resumen del tema del dia 29 de Enero donde tocamos en el significado de la Oracion del Padre Nuestro.  Esta entrada los ayudara a reflexionar sobre el verdadero valor y significado de esta oracion.

Imagen- Dios Padre

¿No te ha pasado muchas veces que no sabes como hablar con Dios Nuestro Señor, se te dificulta ¨ORAR¨ y no encuentras qué decirle?  Los discípulos habían visto cómo Cristo le rezaba a su Padre y le pidieron que les enseñara a ellos también a rezar.    Jesús les dijo: Cuando oren, digan:

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO,
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE,
VENGA A NOSOTROS TU REINO,
HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO,
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA, PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN,
NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN,
Y LÍBRANOS DEL MAL. ¨

Es una oración muy sencilla, pero con un significado muy grande.
Vamos a tratar de explicarte qué significa cada cosa que dices.

Padre Nuestro Que Estas en El Cielo

Al rezar el Padre Nuestro, Dios quiso que le llamaras con el dulce nombre de ¨PADRE¨, te das cuenta de cuanto te ama Dios, que no quiere que le llames creador sino Padre. El Padre te ama sin condiciones y sin límites.
¡ Basta para ser feliz, el saber que eres hijo amado de Dios Padre !

Sin embargo, no basta con llamar Padre a Dios, hay que demostrarle tu amor de hijo.
¿Y cómo haces esto? Pues, obedeciendo sus mandamientos y amándole más que a cualquier otra cosa o persona.

Santificado Sea Tu Nombre

Cuando quieres a una persona buscas que todos le conozcan y le quieran como tú.  Al decirle a Dios ¨Santificado sea tu Nombre¨, estás diciendo que lo amas y lo respetas, y que por tanto nunca permitirás que otros le ofendan o le falten al respeto.

Al decir ¨Santificado sea tu Nombre¨ también le dices a Dios que quieres agradarle en todo, o sea, hacer lo que El quiera y no lo que a ti se te antoja.

Venga a Nostros tu Reino

Vivir según su Reino¨ es vivir de la forma en que Dios quiere, de la forma en que Cristo nos enseño en el Evangelio. Al decir ¨Venga a nosotros tu Reino¨, le pides que siempre se viva en las familias y los pueblos el amor, la paz, la ayuda, la amistad, y no la guerra, la envidia, la violencia, la maldad.

Hagase Su Voluntad asi en la Tierra como en el Cielo

¿ Quién mejor que el padre para saber que es lo mejor para el hijo ? Al decir hágase tu voluntad, le dices a Dios que aceptarás con conformidad y alegría lo que El permita que suceda en tu vida, (aunque algunas veces no lo entiendas, no te guste o te duela) .

Dios te ama infinitamente y lo único que quiere es que logres salvarte y llegar al cielo. Cualquier cosa que permita que suceda en tu vida, lo hace porque sabe que es bueno para tu camino de salvación. Así es que, abandónate con confianza plena en manos del Padre, que El sabe lo que te conviene para poder llegar al cielo.

Danos hoy Nuestro Pan de Cada Dia

Bajo el concepto de “pan de cada día” que pedimos para todo el género humano, entendemos en primer término todos los bienes materiales y espirituales que el hombre necesita para la vida terrenal y existencia digna a su naturaleza. Llama nuestra atención que, cuando las peticiones anteriores, abrazan el cielo, la tierra y la eternidad, ésta se concreta al día que pasa y al pan que necesitamos.

Esta petición debe ser condicional, esto es, unida a la anterior a la que pedimos que se haga la voluntad de Dios en todas las cosas. Así pedimos aquí que nos dé el pan de cada día, si así es su santa voluntad.

Incondicional debe ser esta petición sólo cuando la referimos al pan de la divina gracia que diariamente necesitamos, o al pan de la Hostia divina. El recuerdo del Santísimo Sacramento es el pensamiento más hermoso y tierno que la palabra “pan” puede sugerirnos.

Que siempre aumente el número de los fieles que reciben diariamente este pan celestial y que con ellos se multiplique el número de aquellos en que Cristo vive y reina y que viven en Cristo; esto significaría el más perfecto cumplimiento de esa petición, la solución de la atormentadora cuestión por el pan cotidiano que tanto interesa a los hombres.

Muy convenientemente se une a esta petición la Comunión espiritual, a la vez que el ruego por aquellos pobres, a quienes falta el pan del día. No en balde Cristo acentúa tanto en esta y en las siguientes peticiones el concepto de familia que prima en ellas, que se llega a pensar que, no se nos concedería ningún pedido personal, que no alcance a la vez a todos nuestros hermanos.

Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

Esta petición intenta mantener vivo en nosotros el espíritu de penitencia.

El perdón de los pecados es la necesidad más urgente del caído género humano. No hay cosa que oprima tanto como una culpa no expiada. Ahora bien, el precio del perdón de toda la culpa del hombre lo pagó Cristo por medio de sus infinitos méritos, adquiridos por su vida, pasión y muerte. Pero la aplicación de estos méritos al alma exige su cooperación a la gracia. Esta cooperación no prestan, desgraciadamente, millares de almas. Para todas ellas pedimos nuevas y más abundantes gracias de perdón y conversión. En esto estriba el significado de esta petición. Al formularla no pensamos solamente en nuestra culpa personal, sino también en la de nuestra familia, de nuestros hermanos y allegados, de nuestro pueblo, patria y de todo el linaje humano. Este apostolado de la oración, esta petición por la conversión de los pecadores, disidentes, infieles y paganos, es una obra excelente de misericordia que cada cual puede hacer.

En todo ello hay que tener presente que Dios nuestro Señor es Padre bondadosísimo, inclinado por naturaleza a usar de misericordia donde quiera que note alguna buena voluntad en el hombre. No creamos algo de Dios que tendríamos reparo o vergüenza de creer de nuestro propio padre. Para nosotros pedimos la gracia de recibir siempre dignamente el Sacramento de la Penitencia y de no engañarnos acerca de la seriedad de nuestra contrición y sinceridad de nuestros propósitos, prometiendo a la vez cumplir con la condición expresada en las palabras que agregamos: “como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. El perdón que Dios nos concede está en relación exacta con la conducta que nosotros observamos con nuestros prójimos (Mat. 7, 2). Un silencioso y sincero: “Perdona nuestras ofensas” por la salud de nuestro prójimo es la mejor contestación al rencor y la antipatía natural que se levanta en nuestro interior, y constituirá nuestro perdón y justificación ante el tribunal divino.

No nos dejes caer en la tentación

En esta petición imploramos, nos preserve Dios de nuestros pecados, confesión que avergüenza nuestro orgullo. No podemos confiar en nosotros mismos. La historia de nuestra vida es en su mayor parte la historia de nuestras derrotas en las tentaciones. Sólo el que se teme a si mismo y confía en el auxilio de Dios, está seguro de no pecar. Al pedir que Dios no nos deje caer en las tentaciones, nos obligamos, a la vez, a evitar todas las ocasiones de pecado y emplear los medios necesarios para no pecar.

Adviértase aquí el plural “nos”. Lo que cada cual pide para sí, lo implora igualmente para todos sus prójimos. ¡Con qué insistencia surgirá muchas veces de los corazones buenos y celosos de la salvación de las almas esta petición a favor de las que se hallan confiadas a su cuidado, especialmente para conservar la inocencia de la vida! ¡Cuán necesaria es tal oración, ante todo en la época actual en que toda la atmósfera se halla envenenada del olor pestífero de la tentación!

Y Libranos del Mal

Líbranos de todo lo que significa en realidad un mal. Luego, no de las cruces de la vida, puesto que ellas no son un verdadero mal, sino gracias divinas; pero sí, de las consecuencias del pecado, de la ceguera del espíritu y de la flojedad de la voluntad, de todo influjo del mal en cuanto nos separa de Dios y del cielo; ante todo para nosotros y para todos nuestros allegados, de la consecuencia más funesta del pecado y del mal más grande, que es la perdición eterna.

Oh Padre celestial, líbranos de la pena eterna del infierno. Defiende, Señor, a tu pueblo: límpiale, bondadoso, de todos los pecados: pues no le dañará ninguna adversidad mientras no le domine alguna maldad.

Como Rezar el Padre Nuestro

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